Mucho
antes de que la sudafricana Caster Semenya se convirtiese hace casi
dos años en la protagonista del Mundial de atletismo de Berlín por
las dudas que generaba sobre su sexo.
Hubo otros atletas que se
vieron envueltos en polémicas parecidas. Uno de ellos fue Hermann
Ratjen que hasta que cumplió los treinta años era conocido como
Dora Ratjen y llegó a conseguir un título europeo en salto en salto
en la categoría femenina.
Dora
Ratjen no entendía lo que le sucedía. Se sentía un hombre, su
cuerpo respondía como el de un hombre, pero todo el mundo a su
alrededor le trataba como si fuese una mujer. Se crió como cualquier
otra joven en un ambiente muy pobre en las afueras de Dresde.
No
eran buenos tiempos para aquella Alemania que vivía los años
posteriores a la Primera Guerra Mundial y conducido al país a una situación realmente delicada tanto
en lo económico como en lo social ,ya aparecía el
nazismo que se aprovecharía en gran medida del ambiente irrespirable
del país para instalar su pensamiento único y conducir al mundo a
la peor de las barbaries.
En
plena adolescencia, en plenas dudas sobre su cuerpo, Dora se refugió
en el atletismo, concretamente en el salto de altura, donde
no le costó destacar gracias a la potencia de sus piernas. Había
demasiadas preguntas sin respuesta en la vida de Dora. Según crecía
su aspecto se masculinizaba de forma más acusada y a su alrededor
cada vez más gente sentía dudas sobre su sexo. Lo mismo le había
sucedido a su padre después de su nacimiento.
En principio la
partera les había anunciado el alumbramiento de un chico y minutos
después rectificó. Por ello fue inscrita como Dora Ratjen en el
Registro Civil.
Años después su padre pidió opinión a un médico
del pueblo, que no tomó en consideración las dudas sobre el sexo de
su hija. Con el tiempo se atribuyó a una especie de hermafroditismo
sus caracteres masculinos o el hecho de que le saliese bigote y
abundante pelo en las piernas o el pecho. Ella se refugiaba cada vez
más en sí misma consciente de la curiosidad que despertaba entre
todos los que la veían a diario. Contaron años después sus
compañeras de entrenamiento que nunca llegaron a verla desnuda en un
vestuario o en la residencia de atletas pese a que sentían una
evidente curiosidad.
A
Dora no le costó entrar en el equipo olímpico alemán que preparaba
los Juegos de Berlín en 1936. Los nazis habían
limpiado del equipo a todos los deportistas de origen judío y eso
también había afectado al salto de altura. En 1938 cuando en el Campeonato de Europa de Viena
conquistase la medalla de oro con un salto de 1.70 que en aquel
momento suponía igualar el récord del mundo de la disciplina. Poco
después se produjo un suceso que marcó su vida. Viajaba en un tren
por Alemania cuando un revisor que no la conocía de nada llamó a la
policía porque había visto en uno de los vagones “a un hombre
vestido como si fuese una mujer”. Fue arrestada y obligada a
someterse a un estudio médico que dictaminó que biológicamente era
un hombre y que sufría de nacimiento una malformación que fue lo que hizo dudar a la partera y a quienes la
criaron. Se la acusó de haber traicionado al Tercer Reich y de
inmediato le arrebataron todos sus logros deportivos y los premios
que le habían supuesto. Para la joven supuso una pequeña liberación
después de años sometida a una terrible presión. Lo dijo en la
declaración policial: “Nunca entendí por qué me criaron como
mujer y por qué me vestían como una mujer. Terminé por
aceptarlo”.Solución judicial
La situación no tenía muy buen aspecto para ella. En 1939 los nazis no eran precisamente un ejemplo de tolerancia. A los diferentes se les enviaba directamente al campo de concentración más próximo. Pero tuvo suerte. El Tribunal que vio su caso decidió que a partir de ese momento comenzase a vivir como un hombre y que se cambiase de nombre. Fue su padre el que eligió en ese momento naciese Hermann Ratjen.
Del nuevo súbdito alemán se supo muy poco a partir de ese momento. Dejó de competir y todo fueron rumores sobre lo que le deparó la vida a raíz de aquel juicio.
La situación no tenía muy buen aspecto para ella. En 1939 los nazis no eran precisamente un ejemplo de tolerancia. A los diferentes se les enviaba directamente al campo de concentración más próximo. Pero tuvo suerte. El Tribunal que vio su caso decidió que a partir de ese momento comenzase a vivir como un hombre y que se cambiase de nombre. Fue su padre el que eligió en ese momento naciese Hermann Ratjen.
Del nuevo súbdito alemán se supo muy poco a partir de ese momento. Dejó de competir y todo fueron rumores sobre lo que le deparó la vida a raíz de aquel juicio.
Hubo incluso quien le situó en la Segunda
Guerra Mundial. Nada hay seguro. Sólo que murió no hace demasiados
años y que su cuerpo está en el cementerio de Bremen. Su historia
sirvió también como argumento contra el nazismo. En los años
sesenta se aseguró que ella formaba parte de un ambicioso programa
puesto en marcha por las autoridades deportivas alemanas para arrasar
en casi todas las disciplinas deportivas y que, entre otras cosas,
habían puesto a hombres a competir con mujeres. Según esta teoría,
difundida desde Inglaterra, Dora/Hermann Ratjen era un miembro más
de esta operación. Nadie pudo probarlo y en la extensa documentación
que se tiene de aquellos años jamás se encontró nada semejante.
Una humilde opinión personal es que por desgracia Ratjen nació con una malformación que lo condicionó para siempre y le tocó vivir durante veinte años una
vida que no le pertenecía, creo que no se puede juzgar que la hayan confundido en el hospital donde nació y más siendo criada y aceptada como una mujer...un caso realmente interesante dentro del mundo del deporte..
Os muestro un video de Ratjen en el momento de su carrera.
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